Entre los contratiempos de mi vida en la ciudad había logrado ser puntual, eran las diez de la mañana del día de la independencia de los EEUU, estaba en el delta de Tigre combatiendo la paranoia de las enfermedades que se trasladan en aviones y van mutando cada año.
Llegue al club, puse el traba volante en el R4, como si fuera un bicicleta que la fueran a robar, nos preparábamos para disfrutar de un día de sol de invierno, alejándonos de la ciudad donde el sistema de salud está colapsado, los fracasos, los lamentos y de los poemas que acompañan todo eso.
Llegue al club, puse el traba volante en el R4, como si fuera un bicicleta que la fueran a robar, nos preparábamos para disfrutar de un día de sol de invierno, alejándonos de la ciudad donde el sistema de salud está colapsado, los fracasos, los lamentos y de los poemas que acompañan todo eso.
Pablo estaba en la rampa del CRLM preparando el bote E22, abrió los toletes, puso el tapón, espero a ver que decidíamos con los remos que llevaríamos hasta el Paraná Miní porque se había quebrado la pala cuando los traía.
Nos dimos un abrazo, hace meses que no nos veíamos, colocamos los bolsos dentro de bolsas gigantes porque no teníamos lomo de ballena, se podían empapar con una ola de una lancha porque el viento ideal para el cruce.
Nos dimos un abrazo, hace meses que no nos veíamos, colocamos los bolsos dentro de bolsas gigantes porque no teníamos lomo de ballena, se podían empapar con una ola de una lancha porque el viento ideal para el cruce.
Pablo tomo los remos, se armaba para los 38 Km. hasta el Paraná Miní y Chaña, encontrábamos el ritmo por momentos, los cambios al timón los hicimos cada quince minutos, hasta la desembocadura del río Chaña y Aguajes. Nos sentíamos vivos cuando el bote 8+ del BARC llegaba del Paraná a las 10.38 horas al son del timonel.
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