miércoles, 28 de julio de 2010

En San Felipe de Neri (1)

Sería secuestrada del colegio Maria Auxiliadora de la ciudad de Sucre, con una tradición de siglos, y creyó que nunca más vería esa construcción con esas características donde la paciencia de unos visionarios consideraban la arquitectura como sagrada, elevando esos templos para cautivar el gusto y el corazón de los Chuquisaqueños.

Era la primavera del año 1980, y se habría dado cuenta de que el dinero no era importante, que lucharía para ser un ser espiritual ante las adversidades, salió del colegio el día del cumpleaños de su abuelo para tomar un avión perdido a otras latitudes para nunca más volver a festejar junto a sus otros seres queridos.

Durante años había dejado olvidado ese recuerdo de su niñez pero su silencio se confundía entre el rencor y la comprensión, sin embargo era la cadena que la había atado a este mundo, sus pasos por esos pasillos brillantes donde la espiritualidad la había convertido en su protección.

Después de muchos años regreso, como los enamorados al primer amor, tomó las llaves de las manos de una monja para acceder donde más deseará. Se paró frente a la fuente ubicada en perfecta perspectiva como haciendo el bien a los demás, se acercó a los recuerdos alrededor de la fuente, charlas, actos, la marcha del colegio de todas la muchachas del gran colegio de la Capital y pensó: que simple era todo, ella nunca se habría ido de allí, ese lugar habría sido su fuerza motriz, sabía que su ropa, ni los años, se había interpuesto entre ella y la integridad viviente del recuerdo.

Dejó caer sus lágrimas en soledad por los días que quiso estar allí, no sintió nada mientras caminaba, no sentía ansiedad, ni temor pero se dio cuenta de que era extraño tener el sentido del tiempo, volvió al pasillo que la llevaba a las escaleras para entrar en las aulas donde aprendió a ver los semáforos que restringen la libertad de cruzar la calle cuando deseará, anuque su destino fuese duro.