Si llegaba al mundo de las necesidades sabía que quedaría atrapada, no era lo que quería de su mundo, y está en el mundo, por eso se lanzaba al mundo con sus rebeldías, y entusiasmos que en la intensidad la cautivan, era una afirmación bruta de la existencia de una naturaleza ciega, desnuda, ella aceptaba la libertad como un don natural, una propuesta a los delirios de una vida intensa, que vuelve de a ratos su asociación de seres humanos igualmente libres, por eso al dar la libertad al otro se estaba dando la libertad así misma.
A partir de esa libertad aparecieron las necesidades de los otros, las alineaciones de los otros, se transfiguraban los hechos más rebeldes en la magia de la espontaneidad, ella se apoyaba en la libertad espiritual, donde los instantes de dignidad trascienden a las condiciones de los hechos, había florecido gracias a las dificultades, a la elección, al sacrificio, y no se apegaba al egoísmo, porque sabía, que: se estaba separando de un hombre, no de un ser humano, quería la libertad de un ser humano valorizado, se incrustaba en ella y no soltaba amarras a esa libertad, no quería entregar su vida por un mínimo de seguridad, solo quería ser amada.