miércoles, 2 de junio de 2010

Como conocer al prójimo

Estuve leyendo con mi cariño, una revista de Reader’s digest de Abril de 1960, entre las notas que leíamos, ya que no se alejan mucho de nuestros tiempos, decía:

Un sencillo experimento nos permitiría distinguir dos tipos de personas. Observemos a los pasajeros de un trasbordador. No bien se haya alejado el barco de la orilla, varios de ellos saldrán a cubierta deseosos de ver el paisaje. Los demás habrán tomado asiendo en la cámara para pasar el tiempo fumando o sumidos en la apática quietud criticando lo que hacen los otros.


Podemos dividir al pasaje en dos clases de personas:

¡¡¡¡Las que saben gozar de la travesía y las que solo buscan llegar a la otra orilla ¡¡¡¡¡

Me parece muy cierto porque lo experimenté con él cuando viajamos en la Cacciola , en el León IV por el Delta de Tigre, soy de las personas que viajan viendo el verde profundo de las onduladas islas separadas por los arroyos, los ríos, la vegetación que cambia según la temporada, en esa exuberancia de la tierra me mantengo en armonía y perfecta belleza mientras dejo atrás el quiebre del agua roto por los motores en una espuma blanca, me encanta, lo disfruto.

Recuerdo también cuando en medio del Canal del Beagle, en el fin del mundo, el crucero se hamacaba mientras conversábamos en cubierta con dos europeos que querían hacer el mismo recorrido a vela, mientras tanto el agua helada salpicaba nuestra vibración, por fortuna los vientos no soplaron mucho y llegamos a orilla felices, aunque los otros pasajeros bajaron blancos porque se quedaron en la cámara esperando llegar a la orilla.

Canal Oyarbide

En una especie de examen de clausura estábamos remando sobre el canal Oyarbide hacía la isla Martín García de Buenos Aires, en un simple par con timonel el E113, el entrenamiento que tenía me hacía creer airosa de la prueba que hacíamos, en el verano habíamos llegado a Colonia ROU por otra ruta, en está oportunidad queríamos tomar un camino distinto, a río abierto y lo remaba con mi maestro en una corriente en contra y agua fría.

Desconocía que pocas mujeres se habían atrevido hacer semejante hazaña hasta ese año, en mi ingenuidad salimos de la Rampa de CRLM a las cuatro de la madrugada, habían pasado siete horas y todavía estábamos sobre el río de la Plata con un viento norte que golpeaba en el banco de proa frenando al bote, el lomo de ballena protegía que no entrará el agua en cada ola, se tornaba dura la travesía y no había posibilidades de un arrepentimiento.

Estábamos en un fin de semana largo feriado por religiones, faltaban unos kilómetros y una fuerte correntada nos alejaba de la orilla, con mucho esfuerzo volvimos nuevamente a la orilla y mi maestro de remo reconoció el Canal Oyarbide, en el momento de doblar sentí una emoción con la conformidad de que estábamos cerca de la isla, remábamos cada quince minutos y los otros en el timón, pero lo cierto era que el bote no avanzaba, no podíamos distinguir la corriente.


No podía distinguir la fuerza del agua maciza, tire del cabo del timón , y lleve el bote al medio del río, estaba tan fuerte la intensidad que el bote retrocedía, volvimos a la orilla, cansada me toco mi cambio para remar, mis manos estaban quebradas, el viento no soplaba con la violencia cuando remábamos por el río de la Plata, pero el cansancio que dan las palas hachas marcaban un pequeño hoyo en el agua, la idea de pensar que no llegabamos nos retrasaba bajando el entusiasmo.

El cansancio me agotö, miraba los arroyos internos por si teníamos que parar, no había un alma, entonces intentamos comunicamos con PNA de la isla, pero fue absurdo, no nos contestaron hasta que vimos que un gomón uniformado, que nos piloteo hasta la isla donde muchos cumplieron condenas y ese día nosotros merendamos y llegamos remando los dos solos, nos acomodamos para zarpar nuevamente con destino a Conchillas República del Uruguay.