miércoles, 20 de mayo de 2009

La rampa de Club de Regatas La Marina

Eran las cuatro de la madrugada, la alarma del celular sonó para despertarnos, cada uno en su somnolencia, teníamos que zarpar remando a Uruguay, el rostro de angustia, propia de una víctima que esta por ser sometida a una gran responsabilidad, pero deseosos de estar en doce horas en Uruguay, tomando una Pilsen con pamplonas con nuestro amigo Pepe.
Nosotros, los integrantes de los roles admitidos antes de zarpar, esperábamos la dirección del que sería nuestro capitán de travesía, por una cuestión de cariño prefería que lo llamemos Comandante, los seis remeros de La Marina estábamos aventurándonos en una nueva travesía.
Para mi, sería la novena vez que zarpaba del puerto de Carmelo, si llegaba en esa oportunidad hasta el puerto de Tigre.
No sabemos que puede suceder durante o antes de cada travesía, tenemos que remar para tener esa nueva experiencia, tenemos que tener el cuerpo en condiciones para soportar doce horas arriba de un bote, algunas escalas técnica para tocar tierra, tolerancia.
Nuestro comandante Matu, preparó el mate, el jugo de naranja para estar livianos antes de zarpar, durante la semana probó nuestro bote, midió los remos con la prolijidad de un remero científico.
El servicio meteorológico de Windguru.com parecía que no se equivocaría, los vientos no cambiaron el rumbo noreste, la madrugada estaba clara todavía, no había niebla, antes de la previa a zarpar.
Pasó una hora y media, la intimidad individual de cada tripulante en la rampa de La Marina seguía su propio rumbo.
Botamos los dos botes efes al río Luján, sin el rampín que nos permite subir con facilidad al bote, con la proa en dirección al norte para tomar el río Carapachay.