
En el marco colonial de una hacienda pintada con cal, como en mi infancia..., me conectaba con ella, sabiendo que éramos desconocidas, pero sin ninguna explicación, de cuantas imaginásemos cuales eran nuestras verdades, estábamos sentadas las tres mujeres, donde conversaron tal vez como alguna noche Borges, Kodama, Silvina Ocampo, Mujica Lainez con su anfitriona la escritora Susana Bombal.
Conversábamos los siglos de nuestras familias Sudamericanas, las edificaciones de adobe que todavía se mantenían en pie, no permitiendo que fueran derribadas por el paso del tiempo, guerras, malones, codicia familiar, seguíamos trabajando con ese fin, no por la riqueza en si del dinero, sino la riqueza personal, por el crecimiento de nuestra tierra, el crecimiento de nuestra existencia.
Lo prohibido en esa charla, fue contemplar nuestras penas, pero habíamos encontrado el deber de soportarlo, teníamos tantas cosas valiosas de que conversar, del laberinto en homenaje a Borges por Randoll Coate, nuestros sobrinos creciendo, no tener la necesidad de traer hijos, hasta que tuvimos que dejar ese reposo de recuerdos para ir a comer.
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Una exquisitez ¡¡¡