domingo, 24 de octubre de 2010

Una vuelta sacudida por el río Luján

Quedé con las piernas cansadas después de una remada hasta el final del río Espera, los puños de las manos, sensibles por el esfuerzo realizado, ampollas a punto de explotar, no creó que mi esfuerzo tenga un acto de grandeza, no puedo hablar de compensaciones, solo puedo sentir que me siento saludable.

Remar es como vivir, los errores proceden de una maravillosa entereza, bajo la tortura de lo que no se entiende, remar ó vivir, son esas cosas que se aceptan, y siempre: se es feliz.

Cuando remaba, la corriente en contra chocaba contra el banco de proa del bote del TBC, dando la sensación de avance, dejando a mi vista todos los muelles alcansados, personas que estaban sobre la isla, filmaban la escena que representaba mi perro, el bote y el río Espera.

Quise regresar rápido por el río Luján, el oleaje descompaginado de las lanchas,
en medio del descontrol de los otros, algunos botes saltando olas, a la hora en que todos quieren llegar al club porque se empezó a nublar, la tensa expresión de mi rostro, de dolor no admitido, habían desaparecido de mi cara, yo conservaba la serenidad más pura, sobre esa pequeña cáscara de nuez.

Llegué al rampín con mucho oleaje, mi perro pegó un saltó a la rampa para ser recibido por otros socios, mientras el marinero me ayudaba a sacar los remos del tolette, jamás podrá variar todo lo que significa para mi remar y vivir, mientras lo escribo.