viernes, 29 de mayo de 2009

Bote simple par con timonel

Este bote es del Club Regatas La Marina, por los colores de los remos Rojos y blancos, categoría E con el número ó nombre que lo identifíca en proa, un simple par con timonel.


Los lomos de ballena son los covertores blancos que llevan en proa y popa

En esa regata ganaba la copa nuestro CRLM¡¡¡




Armando el lomo en proa

El dia anterior al fin de semana santa de turismo para los uruguayos, Abril de este año, cansados de la rutina laboral, llegamos al club armar el lomo de ballena que cubriría la proa del bote en el F65, para nosotros "El chocho", este estaba reparado por una averia que había sufrido en una travesía, estaba impecable.
En el otro bote el F61, preparaban lo mismo, el lomo que es imprescindible en una travesía para cruzar el Río de La Plata.
Los preparativos previos son un embole, pero son los elementos de seguridad: salvavidas, bengalas, algún handy (si se puede), bomba de achique, cabos, algún obsesivo llevará un GPS, pero no es necesario, cuando se conocen los ríos.

Años atrás, con dos amigos Matías y Marina nos encontramos en la desembocadura del Paraná Mini y Río de la Plata a la 1hs. del medio día, solo teníamos que divisarnos, era un día de verano con sol intenso, nos veíamos como sombras arriba del agua, que tenía una calma gatuna, ninguno tenía un GPS en ese momento.

Ese miercoles a la noche, la comisión del CRLM estaba debatiendo entre muchos temas la suspensión de nuestro compañero de travesía, esta sería su última travesía, por unos meses, así que nos prestábamos al juego de entender que: habían reducido a un buen socio a categorías ofensivas, conduciéndolo a un terrible error, la irracionalidad de sus actos.
Se destruían relaciones de amistades que tenián muchos años, en este momento: difíciles de reparar, sufríamos todos la suspensión, en esta oportunidad, cerrábamos ese ciclo con una nueva travesía a Carmelo, lo mejor, volvíamos a remar juntos.


Mientras tanto, nuestras risas fingiendo de que no pasaba nada, para nosotros era muy triste como sucedieron los hechos, pero nos prestábamos al juego de hablar de como estarían las mareas y los vientos....sobre los ríos, no sobre la tierra.
Las oportunidades del clima estarían a nuestro favor, se complicaría un poco, a la tarde, con unas rafagas intensas del viento sur cuando cruzacemos el Río de la Plata.......

viernes, 22 de mayo de 2009

Regreso por el río de la Plata calmo






Las explicaciones de la insistencia en la persistencia de que el mundo del remo es así, que nada es absoluto, excepto el principio de los compromisos mutuos, partíamos del puerto de Carmelo con rumbo sur hacía el Puerto de Tigre por San Isidro.
Prefectura uruguaya nos sellaba nuestra legalidad para poder cruzar el Río de la Plata, no soplaba una ráfaga de viento, nos hallábamos los dos botes efes, en medio de la soledad, por momentos los vientos leves del sur favorecian la pleamar, la profundidad del agua por los bancos de arena, estaba controlada.
Parecíamos como guiados por una alegría que nos permitía atravesar el Río de la Plata , cuando más se lo cruza más queda en el recuerdo, nos veíamos como unidos los dos botes en un poder prodigioso, de la gratitud que el viento nos acompañaba.
La vida cobra sentido cuando el río esta en su plenitud, comprender que nos permite cruzarlo, es cruzar otros criterios, otro progreso dentro del remo travesía.
De muy difícil entendimiento en muchas personas, premios de la naturaleza son nuestra recompensa en las tramas de una travesía.
Genios creadores de estos dominios del remo, con su remos, varaderos, timón, contenido eterno de un bote, solo traen una pasión, en esa soledad nacen cisnes de cuello negro.
No azotaba una lluvia, ni vientos hasta el medio día, a la vista la Cupula de la Catedral de San Isidro, sobre ella se recreaban unas nubes que improvisadamente se prestaban ganarle al cielo.
El viento espesó a rotar al oeste con unas nubes como la el grano negro de arroz para aguarnos la fiesta.
Llegamos a la unión del río Luján y río de La Plata con tranquilidad, pero la complejidad del cambio de vientos, remontamos el río Luján, con el hastío del movimiento nervioso de las aguas, con el oleaje de las lanchas, bregar con esos remos sobre aguas agitadas.
La confianza de mi tripulación estaba intacta, no se había quebrado, no teníamos que aclarar ninguna posición, no había quejas, estábamos como niños cumpliendo su felicidad, bajamos del bote con nuestras propias confesiones.
Volver a cruzar el Río de la Plata, cualquiera fuera el rumbo de mi proa, el amor que se siente en las travesías, es algo que siempre voy a estar agradecida, que se desarrolla mi destino en esta compañía.

A la vista playa Seré-Uruguay



Aprovechando la corriente a favor del río Paraná Mini nos dejamos llevar hasta remontar el río Arana, este no tiene sombra al medio día, los árboles en su mayoría sauces llorones, el sol te parte los labios, cansados , con el calor de los primeros días de diciembre , todavía no recorrimos la mitad del trayecto, aunque tengamos la capacidad de toda la voluntad, jamás aprendemos a disfrutar de ese momento, rechazamos con mucha facilidad ese hermoso placer de remar, pero estamos dispuestos a soportar esos dolores, la recompensa es exquisita.
A las tres de la tarde estaríamos llegando a hospedaje El Sol de Omar Orfao “el portugués”, sobre el arroyo Naranjo, donde haríamos una escala de bebidas, estiraríamos los músculos para después, volver a zarpar por el arroyo Naranjo para llegar al caudaloso Paraná Guazú, por fin, corriente a favor hasta el Pontón de prefectura para poder hacer el rol que nos permitiría cruzar a otro país.
Ahí nuestro comandante Matu, en su actitud de negociador de un modo diplomatico, natural para él, en una atmósfera de confianza con los oficiales argentinos, carentes de cualquier condena del pasado y dotados de toda la camaradería nos autorizaron cruzar el Río de la Plata que en ese momento está planchado.
Entramos en el arroyo La vacas en el departamento de Carmelo, nuestros cambios de posiciones adentro del bote, no nos dejan ningún olor a miedo, estábamos en el Uruguay divisando playa Seré.
Quedaba la incertidumbre del regreso, tranquilos que el plan estaba funcionando, que no había sido un castigo, que disfrutábamos hacer ese deporte, que estábamos bastante lucidos para soportar la inmediatez del futuro.
Nuestra capacidad de paciencia ante el cansancio, veían la sabiduría, que reside en saber cuanto hay que recordar y cuanto hay que olvidar.
Nos preparábamos para el desembarco, hacer el rol en prefectura uruguaya, llegar a rampín del Carmelo Rowing Club, tomar nuestros equipajes , nuestros gestos de protección, ternura, por la experiencia vivida, ponen en evidencia la perfección de la actitudes tomadas, dichosos que estábamos preparados para disfrutar nuestra cerveza con nuestro amigo uruguayo.


jueves, 21 de mayo de 2009

Salida del sol sobre el Paraná de las Palmas

En el timón se sentían las horas de sueño que habían quedado incompletas, era fácil confundirse de río, era una probabilidad, pero tomamos el río Angostura para después devorarnos el arroyo Gelves, estaba alto el río se podía navegar, para desembocar en el Paraná de las palmas.
Mi tripulación corría con ventaja, porque el otro bote estaba integrado por dos mujeres y un hombre.
Respetando la dirección de nuestro comandante Matu, el primer bote espera al otro en cada desembocadura.
Callar de a ratos, decir lo necesario para que la travesía sea cómoda, tolerar los tiempos del otro, buscar el estimulo, no perderlo.
Aunque también parecíamos exegetas sobre el agua, por el río Paicarabi perfeccionando la remada, el calor aumentaba ese 6 de diciembre de 2008, el stroke marcaba el ritmo de las remadas, yo de uno, en la proa seguía el ritmo a veinticuatro golpes, sin cambiar el ritmo.
Cuando iba al timón bebía la pócima casera de una bebida energizante para reponer los iones que los eliminábamos con la transpiración.
El viento norte frenaba un poco nuestra embarcación, pero nuestro temperamento estaba calmo, agarrábamos la empuñadura del remo, lo hundíamos a la distancia perfecta, los dos metros por afuera de los toletes, aguantando el carro para que el esfuerzo por debajo del agua rinda.
Mirando para atrás es lo único que hacemos cuando remamos, nuestra vida sigue su curso como el bote sigue avanzando. Es verdad, que el cansancio quiere que nuestro cuerpo se salga de nuestro cuerpo, pero la buena compañía hace que esos años sean lindos, alivian esa ansiedad que no se puede controlar sobre la tierra.

Aceptamos llegar al Paraná Mini después de cinco horas de remo, un tercio en el timón, atracamos en un muelle cuidando que las horquillas de plástico no se quiebren , sacamos los remos que van pegados contra el muelle y la proa apuntando contra la corriente, para poder tomar el cabo de proa, atarlo, para hacer una pequeña escala en tierra a nuestras necesidades humanas, es el momento en que te atacan los mosquitos, el repelente activo, el sacrificio que acepto es porque el remo significa hacer deporte al aire libre, no me negaría abandonar a hundir los remos.
Lo triste en una travesía a remo es cuando el placer de uno es tomado con el dolor del otro, mejor que no se haga ese intercambio, pues la travesía puede terminar en un fraude, en el remo tratamos de no proceder así.
Sabemos quien es quien.
Llegamos a el río Paraná Mini, cálido, sus riberas rodean muchos árboles, algunas playas, casas de fin de semana, es un placer navegar por ahí.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La rampa de Club de Regatas La Marina

Eran las cuatro de la madrugada, la alarma del celular sonó para despertarnos, cada uno en su somnolencia, teníamos que zarpar remando a Uruguay, el rostro de angustia, propia de una víctima que esta por ser sometida a una gran responsabilidad, pero deseosos de estar en doce horas en Uruguay, tomando una Pilsen con pamplonas con nuestro amigo Pepe.
Nosotros, los integrantes de los roles admitidos antes de zarpar, esperábamos la dirección del que sería nuestro capitán de travesía, por una cuestión de cariño prefería que lo llamemos Comandante, los seis remeros de La Marina estábamos aventurándonos en una nueva travesía.
Para mi, sería la novena vez que zarpaba del puerto de Carmelo, si llegaba en esa oportunidad hasta el puerto de Tigre.
No sabemos que puede suceder durante o antes de cada travesía, tenemos que remar para tener esa nueva experiencia, tenemos que tener el cuerpo en condiciones para soportar doce horas arriba de un bote, algunas escalas técnica para tocar tierra, tolerancia.
Nuestro comandante Matu, preparó el mate, el jugo de naranja para estar livianos antes de zarpar, durante la semana probó nuestro bote, midió los remos con la prolijidad de un remero científico.
El servicio meteorológico de Windguru.com parecía que no se equivocaría, los vientos no cambiaron el rumbo noreste, la madrugada estaba clara todavía, no había niebla, antes de la previa a zarpar.
Pasó una hora y media, la intimidad individual de cada tripulante en la rampa de La Marina seguía su propio rumbo.
Botamos los dos botes efes al río Luján, sin el rampín que nos permite subir con facilidad al bote, con la proa en dirección al norte para tomar el río Carapachay.