jueves, 21 de mayo de 2009

Salida del sol sobre el Paraná de las Palmas

En el timón se sentían las horas de sueño que habían quedado incompletas, era fácil confundirse de río, era una probabilidad, pero tomamos el río Angostura para después devorarnos el arroyo Gelves, estaba alto el río se podía navegar, para desembocar en el Paraná de las palmas.
Mi tripulación corría con ventaja, porque el otro bote estaba integrado por dos mujeres y un hombre.
Respetando la dirección de nuestro comandante Matu, el primer bote espera al otro en cada desembocadura.
Callar de a ratos, decir lo necesario para que la travesía sea cómoda, tolerar los tiempos del otro, buscar el estimulo, no perderlo.
Aunque también parecíamos exegetas sobre el agua, por el río Paicarabi perfeccionando la remada, el calor aumentaba ese 6 de diciembre de 2008, el stroke marcaba el ritmo de las remadas, yo de uno, en la proa seguía el ritmo a veinticuatro golpes, sin cambiar el ritmo.
Cuando iba al timón bebía la pócima casera de una bebida energizante para reponer los iones que los eliminábamos con la transpiración.
El viento norte frenaba un poco nuestra embarcación, pero nuestro temperamento estaba calmo, agarrábamos la empuñadura del remo, lo hundíamos a la distancia perfecta, los dos metros por afuera de los toletes, aguantando el carro para que el esfuerzo por debajo del agua rinda.
Mirando para atrás es lo único que hacemos cuando remamos, nuestra vida sigue su curso como el bote sigue avanzando. Es verdad, que el cansancio quiere que nuestro cuerpo se salga de nuestro cuerpo, pero la buena compañía hace que esos años sean lindos, alivian esa ansiedad que no se puede controlar sobre la tierra.

Aceptamos llegar al Paraná Mini después de cinco horas de remo, un tercio en el timón, atracamos en un muelle cuidando que las horquillas de plástico no se quiebren , sacamos los remos que van pegados contra el muelle y la proa apuntando contra la corriente, para poder tomar el cabo de proa, atarlo, para hacer una pequeña escala en tierra a nuestras necesidades humanas, es el momento en que te atacan los mosquitos, el repelente activo, el sacrificio que acepto es porque el remo significa hacer deporte al aire libre, no me negaría abandonar a hundir los remos.
Lo triste en una travesía a remo es cuando el placer de uno es tomado con el dolor del otro, mejor que no se haga ese intercambio, pues la travesía puede terminar en un fraude, en el remo tratamos de no proceder así.
Sabemos quien es quien.
Llegamos a el río Paraná Mini, cálido, sus riberas rodean muchos árboles, algunas playas, casas de fin de semana, es un placer navegar por ahí.