martes, 14 de junio de 2011

Un poco de trabajo (pag 127)

La tarde avanzaba, el sol estaba cayendo en el oeste, podía ver como se escondía, su vista lograba distinguir el color rosado que produce el azul del cielo con el color del sol escondiéndose, contemplo la franja verde de los árboles, todavía permanecía la claridad del día: como una promesa de un mundo nuevo en sus sospeches, que: la hierba y las flores siempre florecen cada año, sonreía animada, mientras la franja de sol había desaparecido a través de su ventana. Apreció una humillación de esperanza en ese momento y con ese entusiasmo de los atardeceres, quería que durasen para siempre.

Él se abrió paso para acercarse a Catalina, que estaba apoyada sobre el balcón, como si el aire la estuviese sosteniendo con estabilidad, pudo distinguir mientras se aproximaba, que a través del hierro forjado del balcón, la existencia de su cuerpo refinado, un cuerpo incongruente con la realidad, cuando todo está hecho mierda tratando de representar un papel decente.

Los edificios detrás de ella, hacían pensar en lo maravilloso de estar vivos, en la arquitectura de los hechos, en una entereza al odio, a cualquier estremecimiento relacionado a la inmadurez, él la protegía en ceremonia al buen momento que pasaban juntos, podían hablar de amor, podían hablar de belleza y nada de mentiras, se sentían en paz. No tenían nada que temer en ese habitáculo de ningún sitio, de ninguna vista, más que las de sus destinos. La tomo, la dio vuelta por sobre si, la tomo de sus brazos, luego por la cintura y sus labios se encontraron húmedos, cálidos, sin ninguna agitación, sin exigir felicidad, Catalina lo abrazó por el cuello y dijo.

- ¡Cuanto te deseo…….cuanto te extraño! -. Sabiendo que había transcurrido poco tiempo desde el último día en que se vieron.

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