domingo, 17 de octubre de 2010

Una trama de novela II (pag.70)

La reja de hierro forjado tenia unas iniciales familiares, que al cerrarse por medio de una vía de metal, formaban el escudo familiar, después de haber subido el trayecto, se había sentado en un asiento de piedra como si estuviera en casa, sentía que era el primer hogar de muchos, el primer hogar que también ella tenía en vida, antes de entrar a la casa, disfruto de la tierra que discurría velozmente bajo su mirada en las curvas de las alturas de las montañas como en un encierro de las mismas, las plantaciones eran el único indicio de la mano del hombre, además de esa casona antigua que se extendía sobre lo alto de la loma, los matorrales, hierbas y árboles que la rodeaban.

Su figura alta con un pantalón y una remera, ponían en relieve la larga línea de sus piernas, además de estar erguida sin el esfuerzo, dispuesta a caminar en cualquier momento, hasta que vio que se aproximaba hacía ella una campesina de su misma edad.

- Buenas tardes señorita ¡

- Buen día señora, que tarde preciosa¡¡

- Linda tarde para ir a buscar leña para hacer una fogata en este lugar, mientras viene la noche

- Que linda idea…..la puedo ayudar…

La campesina asintió y entró en la casa, Catalina quería descifrar toda esa vida, había observado que colgaba de su cuello un relicario, no abandonaba algún recuerdo, lo tenía como una armadura, más que como un objeto de coquetería, su rostro estaba quemado por el sol, tenía ulceras, no estaba pendiente de usar una pantalla solar, ocultaba sus penas, peleaba entre la línea de la verdad, y entre sus aguayos.

Catalina desvío la mirada, comprendiendo que miraba con demasiada intensidad, no tenía ningún lazo pasado, ni futuro que la uniera a ella.

El atardecer indicaba que los cúmulos se iban a desprender y regar los cultivos, habían pasado varios días sin llover. Se levantó para recoger ramas secas para la fogata, se detuvo en el espigón de la casa y contempló que el paisaje se extendía por debajo de sus pies, en la cima de la colina de enfrente descubrió una pequeña casa blanca, como si alguien la hubiera dejado caer, como si alguien la hubiese olvidado, era como esa hacienda, pasaban muchos habitantes por ahí por generaciones desapareciendo en los años, solo se veían los movimientos del sol al esconderse en el lado oeste, ella estaba en paz por esos días, esa construcción permitía albergar algún refugiado más, alguna pena, alguna alegría más.

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