miércoles, 23 de septiembre de 2009

Recuerdos

Cuando veo tantos negros que hablan otras lenguas, quechuas, chinos, japoneses , caminando por Baires, pienso en el exilio, ese estado de encontrarse lejos del lugar natural, puede surgir como la expulsión voluntaria o forzada, de todos esos individuos. Algunos utilizamos el término “exiliado” con el sentido de “refugiado”, me recuerda a mi madre cuando decidio traernos a estas tierras un dia como hoy.


Se fue tranquila un buen día, dejando verdades adheridas en las calles que viviamos, dejando a mis queridos amigos, que recuerdo con amor, las fotos de la familia pasando las vacaciones en la finca saltando a una poza desde el Puente Mendez, o de alguno rezando un padre nuestro, el baul de muñecas que extrañe durante mi niñez, corriendo con las cañas de pescar porque el río crecía de banda a banda, leyendo Reader`s Digest sobre una hamaca, acá en Baires, las noches fueron de mucho dolor.


No se si quedo algo de la maleta del ayer, la llenamos de acciones para volver a tener un buen vivir y tambien un día poder volver, pero serìamos grandes, no serìa lo mismo.
Fueron pasando los años, las tardes que daban pena, y mis anhelos de antes seguían en la maleta.
No pude despedirme de mi padre, mis abuelos cuando el avión despegaba, sólo me decian que el tenue de mi voz procedia de España, pero no era así, nací en la ciudad donde se dío el primer grito de libertad en sudamerica, había dejado esas campanas para siempre.

Perdí mucho en el camino de mi tierra a suelo ajeno, perdía todo lo más bello mi identidad, y los cariños que dejaba.
Nunca más hable un español verdadero con mis nuevas amigas, tengo una vida nueva muy tranquila con sosiego, muchos amigos a los que quiero, hice mi vida en condiciones desfavorables hasta que tome este lindo ritmo de la hermosa Buenos Aires.
Pero aquella que viví, en Chuquisaca la ciudad blanca, con anhelos, con amigos que hablan con verdad, con familia que se quiere, con vecinos sin maldad, en mis playas con piedras de cuarzo de todos los colores, jugando entre campesinos a las escondidas hablando en quechua y en ingles para que no me entiendan, en el parque Bolivar tomando helado con mi padre, esa nunca más, la tendré en mis presentes.

A veces creo que vivo una vida prestada con amigos sin historia, y trato de sonreír, como si fuera la gloria. Es la triste realidad el dolor del extranjero, aunque las raíces que planto mi familia fueron fuertes, hasta rego con sangre estas tierras hace cuatro siglos en sudamerica, desplazada por muchas razones por codicia, por invasor, un corazón que anhela aquello que dejó... obligado y derrotado, para quizás un día volver a creer que hay algo porque luchar....sentir que se hace, por uno, por la nobleza de un apellido de una familia desparramada por el mundo.

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