lunes, 21 de marzo de 2011

Dejarse llevar

Caminé lentamente desde la cama con una difícil incorporación por complicaciones en mi salud, en mi debilidad, en mi delgadez, llegué hasta el comedor, con la falta de una buena respuesta de mi vesícula, deje de lavar mi ropa interior cada noche, olvidé acariciar a mi perro, no toque el teclado por un mes más o menos, mi energía viviente dejó de fluir, perdí fuerzas.

Ya sentada en la mesa, me puse a pensar en el hombre que completa mi vida, mirando un eucalipto inmenso, a quinientos metros de distancia del ventanal, parecía ser : una ley más de la naturaleza, está que no tolera el vacío y el dolor, como diciendo: es bueno sufrir, no hay que lamentarse, hay que aceptar y agradecer no se a quien?.... que nos haga sufrir.

Me aleje de ese árbol y me dije con pensamientos claros, precisos, que : ese hombre me quería en serio. Lo sabía mucho antes, cuando durante un invierno caminamos a tomar el colectivo 168, desde esa primera vez que nos miramos, supe que nos querríamos, y nunca me lo había dicho a mi misma.

Empecé a mirar lo bonito que me pasaba, y creí alguna vez, que no volvería a querer a alguien, vi caer una hoja del liquidambar, era la imagen del otoño, el color rojizo, seco. Sabía que en ese momento, quería tanto a ese hombre, y que mi sentimiento contenía mi tristeza y desesperanza.


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