martes, 1 de junio de 2010

Roll a remo en la Isla Martín García

Las personas que los recibieron estaban asombradas, pero son las mismas personas con las que convivimos y lo hacen con la hospitalidad y la misma dignidad de cualquiera, estaban charlando sobre el espigón que protege la isla, orgullosos del nivel de fuerza, de tal manera que resultasen naturales al ahcerlo y no se pudiesen imaginar la inmensidad sin ellos, como si los cambios que habían generado, en medio de la lucha de las fuerzas ciegas, como si hubiesen sido un destino hacía el desenlace y ese desenlace fuera ese paredón en medio de esa isla, dándoles un significado.

Esperaron la autorización para el cruce hacía del canal del infierno y en una hora estar resguardados de cualquier temporal dentro la otra patria: Uruguay, los bloques de piedra que se encuentran en la entrada de la isla Martín García, se levantan sobre la arena, el lugar está desierto, como separado del mundo, el cielo estaba incandescente, demasiado fuerte el sol, la sirena de un barco sonó en alguna parte del Río de la Plata, a través de kilómetros distancia, pero el viento Oeste lo traía con mayor intencidad, estaba por asomar un viento Pampero que se llevaría la vida de un kayaquista.

Recibieron la autorización para cruzar el Canal del infierno hacía Conchillas por PNA, después de un largo rato miraron que: el río estaba planchado, se sentían felices de encontrarse cruzando solos, siguiendo las huellas sobre el agua de alguien que ya había hecho esa aventura en un bote simple sin dejar documentado, más que un Rol.

En cuanto estuvo establecido el recorrido por atrás de la isla Martín García pudieron pensar en el futuro, estaba ahí, proseguir una travesía era el presente que no estaba dentro de los planes y de la nada lo estaba haciendo, bancándose los obstáculos.

Bancandose la autorización de PNA para llegar sin resto, sin fuerzas.... no pudían desarmar el bote y lo tenían que hacer porque llegaron cuando unos niños estaban saltando sobre la orilla podían romper la nave, asombrados se acercaron a ver donde estaba el motor del bote E113 del CRLM sobre la playa de Uruguay, empezaron a sentir que sus cuerpos iban directo a una ducha para después reposarlo.

Miraron como se escondía el sol perdiéndose la tarde, mientras estuvieron remando doce horas sin parar, en una rara sensación de estar en otro país, de escuchar otra música, del escuchar otra tonada y de saber que ahora, era ahí, pero no tan lejos de la baliza ciega de Oyarbide.

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